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miércoles, 14 de septiembre de 2016

EL MONUMENTO A LA LLORONA




Por la carretera que conecta a Dolores Hidalgo con San Luis de la Paz, ambas ciudades en Guanajuato, se ubica la ex-hacienda 7 Reales, hoy en día un caserío que aún conserva parte de la casa grande y la iglesia. Dentro de los predios de la ex-hacienda, entre las tierras de cultivo, hay un monumento singular que se puede ver desde el camino en épocas de siembra. Dicho monumento, hecho de cantera, es el dedicado a la Llorona.
Según se puede leer en una inscripción labrada en la cantera, este monumento se levantó un día de septiembre de 1913. De acuerdo con una leyenda, debido a que la Llorona había estado rondando esos parajes y la gente andaba muy asustada, el dueño de la hacienda mandó traer a un sacerdote, quien hizo un exorcismo y sugirió levantar el monumento, y desde entonces la ánima chocarrera dejó de merodear los alrededores.
En la misma inscripción también se lee que aquella persona que rece un Ave María frente al monumento tendrá 300 días de indulgencia.
Los lugareños explican que la capilla de la hacienda está dedicada a San Miguel Arcángel y su fiesta se realiza el 29 de septiembre de cada año. Sin embargo, en décadas pasadas la conmemoración, las danzas y la misa se celebraban en el citado monumento, pero desde que una tarde de tormenta un rayo tumbó la cruz que antes existía, se decidió que a partir de entonces las festividades se llevasen a cabo en la capilla.

Fuente: síguela en Twitter

martes, 3 de noviembre de 2015

el retorno de las almas en papalotes







Los papalotes pasean libremente por el cielo de este rincón del Istmo de Tehuantepec para ir a encontrarse con el ánima de los muertos y traerlos de regreso a casa, aunque sea por unas horas.


En la víspera de la celebración del Día de Muertos, en el cielo de este rincón del pueblo indígena Ikoots, ubicado en una pequeña franja, colindante con el océano Pacifico y la Laguna Inferior, pasean papalotes de distintos tamaños, elaborados con papel y plástico.


“Los mareños lanzamos los papalotes al aire para encontrar el alma de nuestros difuntos por si no recuerdan el camino, por si están extraviados”, dice Bertha Guerra.


“Al llegar a la casa, continúa, las ánimas son recibidas con una vela encendida en medio de un altar con alimentos, con ramos de albahaca junto con flores de cempasúchitl”.


Y así, conforme se acerca la fecha del recibimiento de las almas, en las calles arenosas de San Mateo del Mar se ven a las familias que celebran la altura que alcanzaron sus cometas con una tira larga de papel de colores.


Por momentos, el cometa se pierde. Va y viene con libertad, aunque por momentos regresa a la tierra para tomar impulso. El viento del norte que pasa en el Istmo favorece el vuelo de los papalotes.


Niños y adultos festejan con risas y bromas la altura que alcanza su diseño.


El papalote va al cielo, allá buscará al difunto para que llegue con bien a recibir los alimentos que aguardan en el altar, dijo Sara Ivette Buenavista, habitante y asesora bilingüe en San Mateo del Mar.


Considera que su pueblo conserva su tradición, porque son reservados en sus ritos; es una forma de proteger lo propio, como ocurre con el idioma, las danzas y su lengua.


La asesora bilingüe del Instituto Estatal de Educación para los Adultos (IEEA) desconoce desde cuando y dónde inició dicha tradición.


Pero no descarta que simbolice una herencia de sus ancestros, que llegaron en barco en el siglo XVII procedentes de Nicaragua. Llegaron a poblar este sitio rechazados por los zapotecas.


¡A volar papalotes!


Sara invita a sus vecinas a reunirse a un costado del palacio municipal, frente al templo católico, deteriorado por el tiempo y la sal del mar que acarrea el viento permanente de la zona mareña.


Una de sus compañeras, Regina, participa con un cometa de color negro, dice que éste servirá para buscar el alma de una persona adulta. Su hijo lleva uno en forma de ave, que servirá para encontrar el ánima de un niño.


fuente:


el universal de mexico


PATRICIA BRISEÑO / CORRESPONSAL