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lunes, 17 de octubre de 2016

EL DRAGÓN DE LA PURÍSIMA (MÉXICO)



El Dragón de La Purísima causaba gran temor a los ciudadanos de La Piedad, el acercarse siquiera a las proximidades del templo, por el lado del Río Lerma en aquellos años en que arrastraba cristalinas aguas que daban vida a infinidad de especies de flora y fauna.
No fue una sola, sino varias las personas dedicadas a la pesca, las que observaron aquella feroz criatura que dio muerte a animales de corral, ganado y que incluso devoró a por lo menos tres personas.
os pescadores identificaron aquella criatura como un cocodrilo, eso sí de gran tamaño pero cocodrilo y no dragón, mismo que por alguna extraña razón apareció en esa parte del río y teniendo las características adecuadas para subsistir, hizo del lugar su hábitat natural.

Muchos eran los que evitaban el aproximarse y quienes así lo hacían, recorrían con vista insegura los alrededores, tanto en el agua como en las márgenes de verde hierba.
¿Por qué este temor de los tranquilos habitantes de La Piedad Cabadas?
“El dragón” es la respuesta.
La leyenda del dragón de la Purísima, es un hecho curioso que permaneció con fuertes repercusiones en el dominio popular hasta aproximadamente los años cincuenta del siglo XX, tiempo en el cual y paulatinamente empezó a decaer en la imaginación del pueblo piedadense, permaneciendo latente en solo unas personas y apareciendo solo como una narración de interesantes matices, ocasionalmente, en otras.


Los relatos que aluden a este “Dragón de La Purísima” refieren dentro de la más pura leyenda, que éste era visto por las personas que ocurrían por determinadas razones a las márgenes del río, a la altura del lugar que se encuentra el templo de Nuestra Señora de la Purísima Concepción.

Según aquellos relatos, el animal fenomenal habitaba en esa parte de la ciudad, porque precisamente bajo la edificación del templo había una cueva en la cual la bestia vivía y en la que anidaba después de sus incursiones por las aguas del Lerma.

Entre el Dragón y la colosal edificación, había además una estrecha relación, pues a decir de quienes contaban la historia, cuando el Dragón muriese irremediablemente “La Purísima” se derrumbaría y mientras éste permaneciera vivo y se enfureciera, sus desplantes furiosos provocaban movimientos generados por su agitación en las entrañas de la tierra en que se encontraba.

En cierta ocasión en que un tranquilo pescador estaba absorto en su tarea de capturar peces, de los que había en buena cantidad en aquel tiempo que pertenece al pasado, desapareció sin dejar rastro de su presencia. El “Dragón” lo había devorado.

Igual suerte correría una señora que imprudente se fue a bañar, en compañía de sus pequeños hijos, al fatídico lugar, pues la desgracia se ensañó, no en su persona, sino en la de dos de sus vástagos que mala suerte tuvieron al toparse con el misterioso ser mitológico, de quien tanto se temía.

Algunos vecinos del lugar, que había tenido la oportunidad de verlo, describían las enormes fauces que poseían la forma en que les tocó verlo deslizándose, semi sumergido, en las aguas.

Ante tanto temor y comentarios, y deseando influir en el escandalizado ánimo de las personas, dos sacerdotes deciden visitar el lugar y combatir mediante la fuerza de Dios, a la terrible amenaza; estos servidores del Todo Poderoso, refiere una anciana, fueron el Señor Cura Don Felipe de Jesús Gazca y el Padre Bravo, de quienes se tiene un bello recuerdo, en los corazones del pueblo de La Piedad; así, renació la confianza en los piedadenses y desapareció en parte su temor.

Al transcurso del tiempo se daría una explicación del origen de aquel Dragón de antaño.

TEXTO: FERNANDO TEJEDA ALVARADO

fuente:

jueves, 27 de agosto de 2015

GIGANTES MEXICANOS


Los gigantes son criaturas antropomorfas y de gran tamaño que han formado parte de la mitología y creencias de los más diversos pueblos a lo largo de la historia, y México no es la excepción.
En la época prehispánica se consideraba que eran tan viejos que ya existían cuando se cimentó el Segundo Sol. Según los Anales de Cuauhtitlán, los gigantes fueron creados por los dioses y, dado que no conocían la agricultura, su alimentación consistía en frutas silvestres, raíces y bellotas. En aquellos ayeres, los gigantes se saludaban diciendo “No se caiga usted”, porque el que se caía lo hacía para siempre. 

Sucedió en aquel entonces que el sol empezó a comportarse de manera anormal, sólo seguía su camino hasta mediodía, a partir de ese momento, inmediatamente se hacía de noche. Los tigres –aprovechando la oscuridad- salían de sus guaridas y devoraban a los gigantes y humanos. No todos los gigantes fueron víctimas de estos peligrosos felinos, sin embargo, los que sobrevivieron a ello se convirtieron en criaturas llenas de resentimiento y deseos de venganza que desquitaban causando todo el daño que podían en las poblaciones cercanas. Naturalmente, los humanos terminaron por cansarse de ser hostilizados y armaron un plan para acabar con ellos. Con fingida cortesía invitaron a los gigantes a un festín en el que se encargaron de emborracharlos, una vez logrado esto los asesinaron. Y éste fue el final de aquellos que vivieron en el Segundo Sol.





Los aztecas sufrieron la presencia del Oxkokoltzec u Hombre grande, actualmente sólo se sabe que era un horrible fantasma que aparecía en forma de gigante. Torquemada en su libro Monarquía Indiana habla de los toltecas y cuenta que durante cierta festividad se apareció un gigante que comenzó a bailar con ellos. La criatura era grande, deforme y brazos largos y delgados. Aunque asustados, los toltecas continuaron su danza. La criatura daba vueltas e iba abrazando a los bailarines con tal fuerza que les arrancaba la vida; la matanza fue tal que quedó grabada en la memoria de este pueblo. 

los atlantes de tula,cultura tolteca
En otra ocasión se presentó ante ellos otro gigante cuyas dedos eran tan aguzados que le permitían ensartar y matar sin problema a los toltecas.

el Bacab,encargado de sostener uno de los 13 cielos

En el Mayab los gigantes llevaban a cabo importantes funciones. El caso más representativo son los llamados Bacabob que eran los encargados de sostener los trece cielos (cada uno ubicado en un punto cardinal) y evitar que se viera alterada su posición. Cada bacab tenía la piel de un color específico: rojo, blanco, amarillo o negro.

Por su parte, los Libros de Chilam Balam de Chumayel también hablan de estos colosales seres y nos dicen que en aquellos tiempos míticos todos los hombres eran gigantes. En el Popol Vuh se da testimonio de la existencia de Zipacná, gigante creador de montañas. Cierto día, Zipacná estaba bañándose cuando vio pasar a cuatrocientos muchachos que llevaban cargando un enorme tronco para hacer su casa, él se ofreció a ayudarlos. Los jóvenes no consideraron correcto que existiera alguien con tal fuerza por lo que intentaron matarlo, cabe aclarar que su intento resultó fallido. Ixbalanqué y Hunahpú se enteraron de lo acaecido y, furibundos, decidieron hacer justicia; para ello hicieron un cangrejo enorme y lo usaron como señuelo, Zipacná cayó en la trampa, entró a la caverna y Hunahpú e Ixbalanqué hicieron que el monte le cayera encima causándole la muerte. Se cuenta que casi inmediatamente el gigante se convirtió en roca.

el Zipacná
En la zona maya es frecuente avistar algunos gigantes que no dudan en acercarse a los pueblos e, incluso, fisgonear en alguna casa. Los más comunes son el Hombre de los bosques (Che Uinic), el Gigante arrebatador (Ua Ua Pach o Uay Pach), Uay Poop y el H-wayak.

El Hombre de los bosques, también conocido como Che Uinic, es un gigante de cuerpo con forma de pirámide color rojo y carente de huesos y coyunturas. Esta última característica, aunada al hecho de que tiene los pies al revés, le causa algunos problemas para caminar y ponerse en pie, por lo cual se ayuda de un enorme bastón y duerme de pie recargado en algún promontorio o árbol. Su dieta consiste básicamente en carne humana.

El Gigante arrebatador, también conocido como Ua Ua Pach o Uay Pach, es famoso en la zona porque disfruta de atormentar a los humanos. Tiene una alargada y delgada figura, similar a la de un insecto palo, lo cual le es muy útil a la hora de ocultarse entre la vegetación. Por las noches entra a los pueblos, si algún noctámbulo tiene la mala fortuna de toparse con él, entonces le quebrará los huesos. Uay Poop es un gigante que se distingue por cubrirse el cuerpo con petates que sacude y golpea produciendo un ruido tan fuerte que se oye a varios kilómetros a la redonda. El H-wayak visto de lejos parece una persona común y corriente, sin embargo, conforme se acerca el observador puede ver que su tamaño va creciendo hasta alcanzar una talla increíble. Si de por sí eso ya es aterrador, peor lo es el hecho de que se alimenta de carne humana; en caso de no conseguirla, sufre ataques de furia que lo llevan a destrozar todo lo que se encuentre a su alcance.



H-wayak


H-wayak es otro gigante, es antropófago al igual que Uay Pach. Su formidable tamaño le impide moverse con agilidad. Prefiere la carne de las mujeres a la de los hombres. Para atrapar a sus víctimas las agarra por los pies y las estrella contra el suelo hasta destrozar todos sus huesos, para luego devorarlas.

Los tarahumaras también contaron entre sus vecinos con gigantes; llamados Ganó o Ganos, el nombre en singular es conocido simplemente como Ganoko o Kanoko (por eufonía de la pronunciación de su primer letra). Estos seres vivían tanto en las cuevas situadas en las cimas de las montañas como en algunos extensos valles de la sierra tarahumara y eran tan altos como los pinos de la zona. Entre ambas especies se estableció una alianza que consistía en que los gigantes sembraran y talaran los árboles a cambio de comida y tesgüino (bebida alcohólica). Sin embargo, el trato no resultó del todo bien ya que los gigantes –cuando se emborrachaban- violaban a las mujeres tarahumaras y después se comían a los pequeños. La única forma de defender a sus familias era acabar con los gigantes por lo que les prepararon un platillo hecho con chilicote que les causó la muerte por envenenamiento.

En el estado de Nuevo León también vivieron gigantes. Los que aún los recuerdan aseguran que medían arriba de los diez metros y tenían la piel color chocolate. Estos seres acostumbraban construir pequeñas lomas cuya función actualmente resulta desconocida. Se dice que murieron ahogados por la lluvia.

En el estado de Puebla existió xelhua el gigante que sobrevivió al gran diluvio universal y fundo la ciudad de tollan cholollan hoy en dia conocidad por cholula.

FUENTE:

Abreu Gómez, Ermilo(1985). Leyendas y consejas del antiguo Yucatán, México: FCE/CREA, Biblioteca joven.
Baqueiro López, Oswaldo (1983). Magia, mitos y supersticiones entre los mayas. Yucatán, México: Maldonado editores, Col. Voces de Yucatán.
Códice Madrid o Tro-Cortesiano (1985), ed. Facsimilar, cit en Los códices mayas, intr.. de Thomas A. Lee Jr.Tuxtla Gutiérrez, México: Universidad Autónoma de Chiapas.
Echánove Trujillo, Carlos (1945). Enciclopedia yucatanense. México: Edición oficial del Gobierno de Yucatán, Volumen 6.
González Rodríguez, Luis (1987). Crónicas de la sierra tarahumara. México: SEP, México.
León Portilla, Miguel (1984). Literaturas de Mesoamérica. México: SEP Cultura.
Muñoz Ledo, Norma (2010). Supernaturalia. México: Alfaguara.
Mediz Bolio, Antonio (1983). La tierra del faisán y del venado. México: Costa Amic Editores.
Peniche Barrera, Roldán (1987). Bestiario Mexicano. México: Panorama.
Peniche Barrera, Roldán (1982). Fantasmas mayas. México: Presencia Latinoamericana.
Recinos, Adrián (1978). Popol Vuh (las antiguas historias del Quiché). Costa Rica: Editorial Universitaria Centroamericana.
Robelo, Cecilio (1951). Diccionario de mitología náhuatl. México: Ediciones Fuente Cultural.
Torquemada, Fray Juan de (1978). Monarquía Indiana, Selección de Miguel León Portilla. México: UNAM, Biblioteca del estudiante universitario.
Trejo Silva, Marcia (2009). Fantasmario mexicano. México: Trillas. ISBN 978-607-17-0069-8
Trejo Silva, Marcia (2004). Guía de seres fantásticos del México prehispánico. México: Vila. ISBN 968-5414-24-6
Trejo Silva, Marcia (2008). Monstruos mexicanos. México: Diana. ISBN 978-968-13-4387-3